Historias de la Niní

 

El misterio de los exámenes…

Lucía Cairoli

 Hace un mes y medio,nos llamaron a mí y al detective Hugo. Me pareció un caso bastante interesante,pero no por la situación sino las personas que lo llevaron a cabo. Antes que nada me gustaría contarles todo lo que pasó con más detalle. 

Hugo y yo estábamos en nuestras casas, están las dos una al lado de la otra; cuentan con dos pisos cada una, pisos de roble y paredes con pintura y sin tapiz, al menos el primer piso. Por fuera las dos casas son iguales, la verdad es que nunca entendí muy bien la razón. 

Las casas estaban bastante pegadas, en el piso de arriba donde se encuentran las habitaciones, hay un pasillo el cual tiene una ventana en la mitad, la misma cuenta con un teléfono que se apoya en el borde de las dos ventanas de esa forma si llaman para algún caso,los dos nos enteramos. 

Aquel día nos llamaron a eso de las 12 del mediodía; yo estaba cocinando por lo tanto la persona que atendió el teléfono fue Hugo. Mientras servía la comida pensaba que Hugo estaba tardando mucho en venir a contarme sobre el caso; casi al mismo tiempo que me estaba por sentar a comer, tocaron timbre era Hugo la verdad no me sorprendió mucho, ya que al tener las casas tan pegadas él sabe en qué momento estoy cocinando sin contar que soy una persona bastante organizada en tanto a los tiempos. Nos sentamos a comer. 

-¿Al final de qué se trata el caso? 

-Algo de unas pruebas en el colegio Niní Marshall.

Lo miré bastante mal, se supone que su trabajo es fijarse en los detalles y claramente el contexto de la situación es algo realmente importante. Casi como si me supiera leer la mente me contestó: 

-Ya sé lo que significa esa cara…es que no puedo pensar muy bien en los detalles cuando tengo hambre. 

Luego de unos 30 minutos salimos de la casa. Fuimos hasta el colegio, mientras que Hugo revisaba las paredes con los afiches, yo hablaba con Ariel le dije que fuimos para investigar el caso y me dijo que pase a hablar con la directora. Una vez que entramos a preceptoría nos contaron la situación.

-Hola buenas tardes. Los llamé por lo que les voy a decir a continuación, puede que cuando lo diga no sea algo que parezca tener mucha importancia, sin embargo “esto” nos puede llegar a perjudicar. Los alumnos de los dos segundos años sacan 10 en todas las pruebas, esto viene pasando hace dos meses y últimamente otros cursos también lo están haciendo. 

Dijo aquella mujer de pelo corto, también tenía lentes de esos que tienen una cuerda para poder tenerlos siempre con uno aunque no los usó. 

-Ya veo -dijo Hugo-¿nos permite pasar por las aulas de los segundos? Sé que es una situación que no solo se da en aquellos cursos, pero me gustaría ver la raíz del problema. 

-Por supuesto! -dijo la mujer entusiasmada; capaz ella pensó que no nos íbamos a tomar el caso como uno de gravedad, pero al fin y al cabo un caso es un caso. 

Fue así que acompañados del preceptor que está en el piso de los segundos años, Gustavo, recorrimos el colegio en dirección a las aulas. Había unos casilleros me ponía un poco incómodo que los mismos no estén en orden por número, aunque los dibujos estaban bastante buenos y eso me distrajo un poco. Llegamos a las aulas. Gustavo nos dijo que la más cercana era la de segundo primera. Entramos por una puerta que se sostenía con una silla, tocamos la puerta había un profesor dando clases, estaba hablando del teatro isabelino. Nos dejó pasar, seguramente ya sabía que íbamos a ir. Dimos esas charlas explicando quiénes somos y lo que hacíamos; nos hicieron un par de preguntas pero de esas que no tienen mucha importancia como: “¿De qué signo son? ¿A qué hora nacieron?” etc. Pasamos por los bancos simplemente revisando a primera vista. Algunos nos sacaban charla mientras pasábamos, a mi me tocaba revisar los bancos del lado izquierdo y de la fila del medio pero solo los que estaban en la mitad. Saludamos y nos fuimos al siguiente aula. Allí ocurrió lo mismo, un par de preguntas después de presentarnos, no obstante eran otras pero no muy relevantes como: “¿Cuáles son sus frutas favoritas?” “¿Si fueran un tipo de perro cuál serían?” Luego de eso hablamos con los profesores y pedimos que nos describieran a cada alumnx en tanto a su rendimiento escolar. 

Llegó la noche, a eso de las 22:20 los chicxs ya estaban partiendo para sus casas; decidimos ir nosotros también a las nuestras, saludamos a los profesores y nos fuimos. Hice la cena, estábamos los dos en mi casa y mientras comíamos Hugo me preguntó algo no muy esperado.



El sótano misterioso

Nayla Ruggiero

En una escuela de Buenos Aires habían comenzado los rumores. Todos hablaban sobre aquello que había pasado, sin embargo, había quienes creían que todo era mentira.

Todo comenzó cuando unos jóvenes de último año ingresaron en Taller a las seis  de la tarde.  Ellos afirman haber escuchado murmullos e ignorarlos pero sin embargo no fue nada comparado con aquello que les iba a suceder.

 Entraron al aula y sus compañeros los miraban fijos desde sus bancos  esperando alguna palabra de la profesora  ya que habían entrado tarde; se habían tardado veinte minutos más que el resto en entrar a clases. Ellos dijeron que era porque tenían que mostrarle a la directora una autorización que había mandado la madre de uno de ellos y que cuando estaban por subir al piso actual uno de los jóvenes se  comenzó a sentir mal y tuvieron que parar porque quería vomitar. La verdad es que habían estado pensando un plan para saltearse la clase de Danza que comenzaba a las nueve y terminaba a las diez y media, era la última clase y según ellos la más aburrida.

 Luego de terminar su primer clase tuvieron una más antes de la última. Al final de ella salieron, disimuladamente, hacia un pasillo que aseguran jamás haber notado pero que en ese momento era útil.  Unas escaleras oscuras los condujeron hacia el primer piso donde estaba la salida, o eso creían. Las escaleras eran muchas y parecían que no terminaban más. Cuando al fin terminaron, habían notado que estaban en una especie de sótano. Donde se escuchaban murmullos pero sin embargo no había nadie. Algo asustados decidieron correr pero la puerta parecía haber desaparecido y un ser casi transparente y que parecía flotar comenzó a deambular con la cabeza gacha mientras murmuraba cosas inentendibles. El ser levanto su cabeza y rápidamente se dirigió hacia ellos.

Después de eso se dice que no recuerdan nada más y que aparecieron en el escenario del patio dormidos, con la profesora de Danza retándolos y sus compañeros observando.

Y del sótano misterioso y el ser tenebroso no se supo más nada, aunque muchos alumnos de años superiores asustan a los menores diciendo que por la noche, si escuchan murmullos, no hagan barullo y corran si rumbo.


La Maquina de Escribir

Niquen Rodriguez

Hace poco fui a la casa del primo de mi amigo con él, y mientras estábamos merendando, le conté que pude entrar a la Niní Marshall, y el primo de mi amigo me contó una leyenda que me dejó mudo... en el Aula 4, pasaban cosas raras y paranormales….

Me habló de una máquina de escribir que se tecleaba sola.

El 28 de agosto de 2013, a 2 años de la inauguración de la escuela, a un chico que era el que mejor se portaba en su curso y se sacaba todo 10, le pasó lo peor, e iba a cambiar su forma de ser. Estaban en su clase de historia, su materia favorita, por lo cual estaba muy atento, cuando de pronto se cortó la luz y el agua de un segundo a otro en toda la escuela.  Todos estaban un poco asustados, porque se rumoreaba que hace un tiempo había un profesor de Lengua, que dejó de ir a la escuela y que se había vuelto loco.  Ese mismo profesor había dejado una máquina de escribir.  Tenían un poco de miedo, porque ese profesor había muerto.

Al otro día estaba todo en orden, el chico estaba con sus amigos y decían que esa máquina de escribir estaba maldita y que no había que tocarla.  Él dijo que no iba a pasar nada con eso y empezó a tocarla, los chicos se dieron cuenta que no pasaba nada, pero decían que era porque justo el alma del profesor no estaba cerca suyo.

Al día siguiente, el chico llegó a su escuela con unas ojeras muy marcadas y dijo que no había dormido en toda la noche, durante el día no habló mucho y lo notaban raro, se fueron de la escuela y nunca más volvió, no se sabía nada de él.

Desde ese día los auxiliares dicen que por las noches en el Aula 4 escuchan cómo la máquina escribe sola y que se siente una vibra muy pesada…


 El último sonido de un techo

Ignacio Arone

 Rápido, más Rápido, tratar de no caer de no tropezar, de no perderse entre tantos pisos y puertas, y subsuelos y escaleras.

 Llega a una habitación vacía, o eso cree, 5 minutos de paz para esconderse, descansar.

 -12 horas antes-

 - ¿Y que es eso? - pregunta

- Es un aula que estuvo cerrada mucho tiempo y la volvieron a abrir hace poco – le responden -

- ¿Por qué?

- Cuenta la leyenda que una vez un profe mató a todos sus alumnos y los guardo debajo de esas escaleras – dice señalando las escaleras para subir al piso de las aulas 6 y 7 - pero no hay señales de nada – dice.

– Eso es porque lo hizo en el techo – le respondieron.

 Esa misma noche ella se quedó en la escuela, dado que vinieron por ella y era muy de noche. En medio de la noche un fuerte y agudo ruido la despierta

- ¿Hay alguien ahí? – pregunto asustada.

 No recibió respuesta, con lo cual alguien común o seguiría durmiendo o llamaría a la policía o alguien, pero ella decide investigar. Luego de revisar toda la escuela decide volver a dormir, pero escucha el mismo sonido solo que esta vez sabia de donde venía el ruido, el aula 5, entra y ve algo que la deja pálida del susto, da toda la vuelta a la escuela corriendo como si algo, algo muy rápido, la persiguiera terminando en el aula cinco. Una vez que cree que esta sola por fin decide abrir las ventanas dado que necesitaba aire.

 Abre una… cerrada, intenta con otra… cerrada, con la última… también cerrada, como selladas imposibles de abrir. De repente se abre la escotilla para el techo y siguiendo sus métodos de persona poco coherente decide ir…

 Nunca se supo más de ella, y si preguntás por ella, nunca existió.  Incluso si buscás a las personas con las que habló, tampoco existen.

 Sólo existe la advertencia de no quedarte a dormir en una escuela y la de que, si escuchas un ruido fuerte en un lugar completamente obscuro, tenés que actuar como una persona corriente e irte. No importa adonde, pero lejos.

 

 Descansa en paz 

Martina Perez Giacomello

 En el barrio de Mataderos funciona la Escuela de Teatro Niní Marshall donde concurren los chicos y las chicas para estudiar bachiller por la tarde y tecnicatura en teatro en el turno vespertino. Según cuentan los vecinos, hace muchos años, el bachillerato se cursaba por la mañana hasta que ocurrió algo inesperado...

 Un día,  en uno de los cursos desapareció una alumna, y de lunes a viernes su mochila con los útiles y su carpeta aparecían siempre en el mismo banco.

 Las directoras estaban muy disgustadas con este suceso.  Suspendieron el turno mañana y pasaron el bachiller al turno tarde.  Se sintieron aliviadas porque en el curso la mochila y las carpetas no aparecieron más, pero... el espíritu de Lili no descansaba en paz; siempre lo sentían en los pasillos, en las aulas , en las escaleras y hasta en los baños.

 Una tarde, en un examen de Matemática, una de las chicas se retiró al baño para  conseguir las respuestas de la prueba. Concentrada, buscando,  escuchó su nombre y ella miraba por los lados hasta que miró hacia el espejo  y apareció una cara blanca con pelo negro que le advirtió:

 - Por querer copiarme aquel día, bajé las escaleras corriendo y rodé hasta la planta baja. Sufrí un accidente terrible. llamaron a mis padres y cuando llegaron estaba muerta.

 Lola, asustada, salió corriendo hacia el aula.  Al llegar se sentó y se desmayó.

 Ya en la cama de la guardia del hospital, Lola gritaba

- Juro que la vi, juro que la vi.  Los padres le preguntaban qué es lo que vio, y ella seguía diciendo

- ¡Juro que la vi!

 Los padres, asustados, le  volvieron a preguntar qué es lo que vio y ella, susurrando, respondió:

- A un fantasma .

 Y es así que hoy en día evitan copiarse en el baño cuando no estudian para un examen, y así la niña descansa en paz...  

 

 La salida

Olivia Dayan

 Katerina era una alumna de la escuela de teatro Nini Marshall. Un martes, en el horario de tecnicatura, ella se encontraba en la clase de apreciación musical, distraída y triste pensando en las peleas familiares que había tenido esa semana.

 Estaba saliendo del colegio cuando se dio cuenta de que se había olvidado su mochila en el aula. Eran las 10:45 de la noche, hoy habían salido más tarde porque la clase se retrasó. Podría haberse ido a su casa y buscar su mochila al día siguiente, ya que su celular y sus llaves estaban en su bolsillo. Pero decidió ir a buscarla de todos modos. Todes sus compañeres se habían ido. 

   Subió por la escalera que da a Oliden y entro en el aula 3. Ya habían apagado las luces. Tenía miedo, pero no de que le paso algo malo, si no de estar rompiendo la reglas. La puerta se cerró tras ella. Allí estaba la mochila, junto a la ventana. La agarró y se encaminó hacia la puerta. Tiró del picaporte, pero estaba cerrada. Sintió desesperación y pánico. Tiró con más fuerza, pero no había caso. Agarró el celular… No había señal. Las ventanas estaban cerradas, salvo por una. Gritó, pero nadie la escucho… El colegio estaba vacío.

 Se acercó a la única ventana abierta y miró. No había nadie en la calle. En el costado de la ventana había algo escrito, algo que no había notado antes. Decía “Salida”. Ni bien lo leyó, toda la desesperación abandonó su cuerpo. Se paró en la ventana, y salto… Había comprendido que esa era la única salida.

 Otres alumnes afirman haber vivido situaciones similares en el aula 3. Lucas M., uno de elles, cuenta: “Yo nunca fui de creerme esas cosas, pero esta historia es cierta, me pasó a mí. Fue un día que ya habíamos salido del colegio, pero como me dejé el celular en el aula, tuve que volver a buscarlo. Me acompaño Evelyn y se quedó afuera del aula esperándome. Agarré el celular y entonces, sin querer leí lo que estaba escrito al lado de la ventana (“salida”). Eso estaba ahí desde siempre, y yo pensaba que lo había escrito alguno queriendo hacerse al gracioso. Pero esa vez cuando lo leí fue distinto… Fue como estar hipnotizado. Y me dieron ganas de tirarme por la ventana. Me empecé a asomar y ahí fue cuando entró Eve, que me hizo salir de mi trance. Te juro que, si ella no entraba, yo saltaba… Te lo juro. Entonces nos fuimos rajando, osea ni en pedo me quedaba ahí. Después cada vez que tuvimos clase en esa aula yo estaba cagado de miedo.”

 Evelyn también contó su versión de la historia: “Fue horrible. La verdad, parecía una peli de terror. Lucas se había dejado el celu en el aula, entonces lo acompañé a buscarlo. No había nadie y estaba todo oscuro. El entró al aula y yo me quedé afuera. De repente se cerró la puerta, y yo casi pegué un grito con el ruido que hizo. Empecé a empujarla, pero estaba cerrada. Cuando la pude abrir, veo que Lucas estaba subido a la ventana a punto de saltar. No saltó, obvio, pero porque yo lo agarré. Y ahí nos fuimos corriendo. La pasé muy mal.”

 

 El último piso

Constanza Ventrice

 Niní Marshall fue una actriz, comediante y guionista argentina.  Hoy en día hay una escuela llevando su nombre.

Hace mucho tiempo ya pasó que esta querida escuela fue dividida con el jardín maternal y bloqueadas todas las puertas que llevan hasta allí, pero aun así hay puertas que no se sabe hasta donde llevan. Muchos dicen que podría unirse con él, pero solo se puede saber si se abrieran los candados, pero de las llaves no se sabe nada.

 Desde la pandemia que ya no se sube hasta los pisos de arriba como antes, con esto del virus todo es un quilombo viste y se siguen escuchando ruidos igualmente (se ríe) … son también cosas que dicen los alumnos, yo escuché un par de veces, pero no me acerqué para asegurarme de que había alguien o no y pasó en años normales, sin el virus digamos.

 Cuenta una auxiliar que trabaja ahí. Sin embargo, hay una leyenda que cuenta algo de “los pisos de arriba” que dice algo así:

 En el último piso del edificio hay dos puertas que llevan a una misma aula llamada por una profesora “la sala de química” es muy espaciosa para los chicos de cuarto ya que se juntan todos en ese año… dice la vicedirectora que también escuchó hablar de la leyenda, muchos hablan de ello ya que tiene un espacio de depósito que tiene forma de ventana. Esto resultó ser inútil ya que es otra la información la que dio.

 Se dice que con esto de la cuarentena un profesor de desconocida materia llevó a los chicos de primer año a recorrer el edificio contándoles diferentes cosas.  A nosotros nos hubiera gustado ver el sótano, se ven unas luces rojas medias raras y por más de que no esté con candado no se puede abrir

-  si, aparte siempre hay alguien mirando es un “re” misterio

- los salones de los instrumentos estaban cerrados digo nada más… algunas de estas cosas dicen los alumnos…

 Pero no sirvió de mucha ayuda hasta que vi los pisos de arriba.  Era cierto, se parecía mucho a un aula de química, solo estaba abierta una de las dos puertas que lleva hasta este.  Eran eso de las 19:30 había chicos en tecnicatura cuando me doy cuenta de que había alguien, era la persona con la que había quedado para que me cuente una de las tantas versiones de la leyenda:

 Que tal, soy el profesor de lengua y literatura - se presentó y continuó a contarme - sí, hay una leyenda que se cuenta mucho. En el salón de música se dice que se escucha un instrumento desde el salón de química, hay dos pianos de este edificio, pero aseguran que es algo como un cello1 y por más de que trates de escucharlo solo unos pocos pudieron. Da la casualidad que esos chicos eran todos de quinto año y ya no están más. Era exactamente el aula que está al lado del traga luz también vieron sombras y todo eso, pero seguramente son las palomas2.

1. No hay ningún cello en la escuela

2. En un tiempo la escuela estuvo plagada por palomas hasta que pusieron una red. Si estas sombras se siguen viendo no se cree que fueran palomas, pero ¿quién lo vio para decir que no es así?

 Ahh ¿lo de el cello? Si nos contaron a penas entramos acá., uno de nuestros compañeros se cambió de escuela porque le quedaba más cerca otra, pero si supuestamente lo escuchó no se sabe. Igual en un momento era obvia la “joda” de decir que lo escucharon, pero él lo juraba. Dicen que si escuchás el cello no vallas al salón y te quedes donde estás, nunca vayas solo no sabés “con que palomas te podés encontrar”.

También está la de los dos cellos que suenan bajitos pero que cada uno suena como quiere. Es “ree” raro porque a veces es como que se escucha, pero no se distingue. Ah y solamente se puede “corte” escuchar desde el salón de química. Eso dicen los chicos de cuarto año.

 Le iba a dar las gracias a el profesor de lengua y literatura después de quedarme anotando todo, pero no lo encontré por la escuela así que procedí a darles las gracias a la auxiliar que abrió la sala de instrumentos para poder verla pero tampoco estaba ahí fui hasta las escaleras y escuché algo que venía de ese salón, con rapidez bajé y me despedí de la vicedirectora, recién afuera miré para arriba y me di cuenta de que todo este tiempo las luces de ese lugar estuvieron completamente apagadas y que la auxiliar estuvo todo el tiempo en la puerta.

 

 

Aula 20

Sol Alvarez

 Cuenta la leyenda que había una escuela de teatro llamada Nini Marshall, ésta se encontraba entre las calles Zelada y Oliden. Había una chica llamada Ariana que estudiaba en 4° año.

 A ella no le importaban las pruebas, ni las tareas; a ella le gustaba recorrer la escuela. Cada vez que podía salir del aula se iba y recorría cada lugar que pudiera de la escuela hasta las aulas más oscuras; pero un día se dio cuenta que había un aula en especial, el aula 20 del último piso de Zelada. Ésta siempre estaba vacía y nadie la usaba, y lo extraño era que todas las de ese piso, estaban ocupadas.

 Ariana pensaba que seguro no había tantos alumnos para necesitar otra aula. Pero un día, la profesora la mandó a llevar unos boletines a todas las aulas del último piso, y se dio cuenta que en una de las aulas, había dos cursos. De inmediato le preguntó que por qué no iban al aula 20, ya que ésta estaba vacía. Al nombrar el aula 20, la profesora dejó de sonreír y se enojó. Le dijo que se fuera.  Qué era lo que ocultaba, por qué estaba tan enojada pensaba Ariana.

 Regresó a su salón y le preguntó a sus compañerxs, pero nadie sabía nada y tampoco parecía importarles, para ellos era insignificante. Pero Ariana, no se dio por vencida. Les preguntó a todxs los alumnxs del aula 19 y nadie sabía porque. Ella insistió: - ¿Pero hicieron un trabajo con los dos cursos ?

Le contestaron todxs: - No, solo es que no hay lugar.

- Está el aula 20 - Contestó Ariana indignada.

- ¡No se puede ir a ese aula! - contestaron indignadxs.

- Ahí no se puede ir y no vuelvas. Todxs contestaron lo mismo como si fueran robots programados o estaban hipnotizados.

Ariana se fue mientras pensaba qué ocultaban y por qué le contestaban exactamente lo mismo. Se fue a investigar aquella aula.

 Parecía un aula cualquiera, pero cuando entró un poco más, se dio cuenta que había ruidos extraños y una música rara. Era una voz que no se entendía, no sabia en que idioma era, pensó Ariana. Se fue rápido antes que la retaran y por dos meses estudió muchos idiomas que le parecían, que eran los de aquella canción.

Ariana volvió a entrar pero esta vez no se escuchaba nada, era muy raro. Ya que la otra vez había mucho ruido. Ella estaba por irse, cuando escuchó unos pasos que se acercaban detrás suyo. Se da vuelta y ve a alguien muy alto y grande. Alcanza a ver una mano que tenía la piel muy rara, era como si fuera un cadáver. Pensaba que era una broma, pero al ver su rostro salió corriendo.

 Al llegar al aula grito asustada: - ¡Un esqueleto!.  Todxs la miraron y ella les contó lo que había pasado. Algunxs quisieron creerle y otrxs no le creyeron.

 Sin embargo en una semana, toda la escuela supo la historia del aula 20. Ya nadie se acercaba como antes, todxs tenían miedo, y aunque no le creyeran, preferían evitarla.  En cuanto lxs profesores, decían que era todo mentira. Pero si algún profesor entraba allí, después no se sabía nada. La directora lo ignoraba y decía que los había despedido. Pero hay muchxs alumnxs que afirman, que escucharon gritos de maestrxs, y lxs vieron entrar.

 Así que, si algún día, llegás a ir a esa escuela… no entres al aula 20.

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